Metieron preso a Pánfilo.
¿Hasta dónde nos va a llevar el castrismo con sus absurdos?
La capacidad metafórica de la tiranía es tan escasa que no le permite reconocer la trascendencia de un hecho tan simple: Pánfilo es un personaje que ya escapó a su propia humanidad.
Meter preso a Pánfilo es como si a Machado, por allá por los años treinta, se le hubiera ocurrido encarcelar a Liborio; o que Batista, en los cincuenta, le ordenara a sus esbirros la pateadura de El Bobo.
Pánfilo es, ya, una marca registrada de nuestro imaginario colectivo. De no haber sido él habría sido otro, con otro nombre y otra historia, pero idéntico a Pánfilo en una cosa: resumir con un nombre, y cuatro o cinco frases, la diaria desesperación de los cubanos para obtener su comida, y la forma en que la sociedad cubana se organiza, obsesivamente, alrededor de esa necesidad primaria.
―Pánfilo, ¿qué te parece Obama?
―Un pan.
―¿Y Michelle?
―Mamey de Santo Domingo.
―Pánfilo, ¿cuál es tu muñequito preferido?
―Más falda (de res).
Pánfilo culmina, junto con Liborio y El Bobo, quinientos años de historia de Cuba... y de su teatro vernáculo. El castrismo piensa que metiéndolo preso puede atajar algo que ya se les fue de las manos.
Dice el comandante que me metió preso. Pobrecito, él o sabe que le cogí fama, alojamiento y comida, de gratiñán.
Los esbirros de la tiranía pueden hacer lo que les dé la gana con Juan Carlos González Marcos, pueden meterlo preso en la peor de las prisiones, pueden amenazarlo con sus instrumentos de coerción, chantajearlo con sus familiares, obligarlo a firmar cuantas mea culpas quieran, e incluso, no sería la primera vez que lo hacen, acosarlo y empujarlo hasta el suicidio o el “accidente”. Ya es un poquito tarde.
Guarda esa daga soldado
No sé por qué piensas tú
Que yo no soy tu enemigo
hermano que te odio yo
Yo sólo tengo un ombligo
Si somos la misma cosa
Al espinazo adosado
Yo, tú, tú y yo
La pregunta, sin embargo, es válida: ¿Por qué ese ensañamiento con Pánfilo? Por qué un roquero trata al Comandante de mamalón y recibe —injustamente también— una multa de unos cuantos pesos, mientras que un ciudadano en estado de ebriedad exige comida y le dan dos años de cárcel. La respuesta es muy simple: porque el hambriento es un negro.
La relación del castrismo con sus opositores negros es una de las historias más tristes de esa tiranía. Los negros que han tenido la osadía de oponerse, o molestar, a Fidel Castro han pagado, desde Carlos Jesús Menéndez hasta Oscar Elías Bisset, un precio diez veces, cien veces, más alto que el de otros opositores de piel más clara.
Todos esos disidentes negros han tenido que escuchar, en algún momento de sus largos vía crucis, la famosa frase que repiten a cada rato, con gestos y palabras, los esbirros del tirano: “Negro malagradecido, si te lo hemos dado todo. La revolución te hizo persona”. Una frase que Juan Carlos debe estar escuchando en estos momentos y que fue creada para tapar una verdad mucho más injusta: Los Castro tratan a los negros con ensañamiento de hacendados, con odio de propietarios que no conciben que lo que es suyo se les pueda revirar.
La mala notica que les tengo es que tienen preso al personaje equivocado. Pánfilo ya está apalencado. Pánfilo ya está en la manigua de la cultura cubana y desde ahí saldrá, cada vez que le dé la gana y sin que nadie pueda impedírselo, a burlarse de la tiranía.
A diferencia de sus antecesores Pánfilo no dependerá de un Landaluce o de un Abela para ejecutar sus “fechorías”. Tendrá a su disposición, tiene ya, un ejército de músicos, escritores, y caricaturistas, mejor, una multitud de cubanos ingeniosos que se levantarán por las mañanas, leerán las noticia y casi sin darse cuenta se preguntarán ¿Qué diría Pánfilo de esto?, mientras piensan, deja ver si desayuno, que tengo un hambre de Pánfilo y muy señor mío.
Algunas almas caritativas se han apuntado a la peregrina idea —origen Habana— de que los sufrimientos de Juan Carlos son culpa del uso que el exilio cubano ha hecho de su imagen. Esa idea es tan absurda como acusar al Conde de Lucanor de enriquecerse con el trabajo del niño que gritó “¡El rey está desnudo!”. Ese es el delito de Pánfilo, decir, borracho y simpático, que la revolución va en cueros, que cincuenta años después de promesas y promesas los cubanos pasan hambre, y para comer tienen que salir a la calle con un machete en la boca.
César Reynel Aguilera
29 ago 2009
Pan sin filo
Author: Jorge Salcedo
| at : 1:32 |
Category :
Artículos y Noticias,
César Reynel Aguilera,
Opinión
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1 comentarios:
Seguro que se les fue de las manos, un error en sus cálculos. Los del Régimen no saben aún las dimensiones de lo que han hecho contra este sencillo cubano. Abusadores, criminales.
Libertad para Pánfilo!
Viva Cuba Libre!
Abajo los Castros!
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